miércoles, 19 de septiembre de 2018

MARATON BERLIN

BERLIN 2018
La ilusión a veces es un vago concepto que te lleva a soñar. Soñaba con poder terminar una maratón en condiciones decentes. Soñé con rebajar mi marca anterior en Berlín. Soñé tantas cosas en cada entrenamiento que ya casi ni me acuerdo que soñaba.

Aunque si recuerdo que en cualquier entrenamiento era sencillo rodar en los peores presagios de maratón. Amigo Maratón, ¿por qué es tan difícil rodar a esos ritmos los días que me invitas a tu fiesta?



La sensación de volver al lugar conquistado es extraña. De nuevo Berlín. El lugar en que estuve hace tres años y que creí que no volvería a pisar. Mismo hotel, mismo avión, mismo restaurante para cenar. Diferentes sensaciones, está vez no me dolía nada, los entrenamientos habían sido mejores que años atrás. No había nervios ni sensación de derrota antes de comenzar, parecía que este maratón podía ser el definitivo para aguantar el ritmo de principio a fin. Ese era el objetivo sin importar el reloj, correr desde el km 1 al km 42 a 5:50.


El maratón ya no me da miedo. Te he conquistado cuatro veces. En cada cual mejor. Empeorando mis tiempos pero corriéndote con mayor sensatez. De acuerdo, quizás tú, Maratón, tienes razón, en cada una de esas pruebas me diste una embestida dura de superar en el momento, y quizás por eso juré no volverte a desafiar.  Pero siempre me dejas la sensación de poder haberlo hecho mejor.


Que rico el pato. En Cervecería alemana
Querido Maratón sabes una cosa, gracias a ti sufro y disfruto a partes iguales durante cuatro horas. Aunque quizás este fin de semana hayas conseguido hacerme sufrir un poquito más de la cuenta. Pero eso fue sólo el domingo. Porque amigo, el sábado en Berlín lo pasé como un enano. Era una lástima estar por tercera vez en esta ciudad y no haber hecho un recorrido turístico con guía que explique la tremenda historia que sus edificios reconstruidos encierran. Y a eso dedique toda mi mañana a visitar el centro histórico de Berlín, y a comerme medio pato asado con un litro de cerveza tostada que fue la envidia de las mesas adyacentes del restaurante. A visitar la chocolatería Raustz, donde hacen unos bombones que enamoran hasta a alguien poco goloso como un servidor. Observar el ensayo de la sinfónica de Berlín.Y pasar la tarde-noche cerveceando por los pub de la zona de la catedral, porque si no lo recuerdas querido Maratón ya no me das miedo y puedo disfrutar antes y después de desafiarte.


Eso sí amigo, hay que reconocerte que en lo relativo a organización aquí en Berlín te esfuerzas en tenerlo todo de matricula de honor. ¡Vaya feria te marcas Maratón!. A mi realmente me sobran los 3 hangares llenos de puestos runner o los restaurantes abarrotados que tienes en la feria. Lo que realmente me emociona es que no tenga que esperar un solo segundo de cola para recoger mi dorsal entre 40000 personas.



Y el día del Maratón. ¡Oyes!, eres capaz de vallar un espacio como el Retiro de Madrid para que sólo estemos los corredores. Con nuestras carpas de guardaropa que son pura eficiencia alemana. Además has conseguido que los chinos de Wanda te patrocinen y llenen el espacio de la salida de pantallas gigantes ante las que me senté a las 9:05 como si estuviera en Madrid en mi sofá para ver la salida de esos diablillos africanos que prácticamente no pisan el asfalto de Berlín. ¿Sabes Maratón? Sentado allí viendo aquella pantalla esperando mi turno para salir aplaudí a Kipchogue, bueno le aplaudí yo y otros centenares de personas que me rodeaban, porque sabíamos que te iba a dar una lección importante.

El momento del fin de semana había llegado. Estábamos tú y yo. Quizás había 40000 almas alrededor que aplaudían al ritmo del speaker como los aficionados islandeses del fútbol. O bailaban abrazados a izquierda y derecha siguiendo el ritmo marcado. Pero tú y yo sabemos que hablando en mi cabeza sólo estábamos los dos.

El objetivo. La puerta de Brandenburgo pero sin chocolate.
Llegué al arco de salida, miré al frente, vi la estatua de la victoria con su ángel dorado coronando la columna y encendí mi reloj. Era el momento de volver a enfrentarnos.

¡Como disfruté de Berlín sin preocupaciones!. Clavando todos los parciales en 5:55. Recordando cada tramo del recorrido como tres años atrás. Conociendo con tranquilidad los lugares donde iba a estar Paloma esperándome para darme el abrazo. Maratón, que bonito es Berlín a golpe de zapatilla. Viendo los S-bahn pasar sobre mi cabeza. Escuchando los cencerros daneses, los gritos viriles mexicanos, los alemanes perdiendo su compostura para no dejar de alentar a cada corredor, la serenidad asiática. Las iglesias, diferentes a las que tenemos en España y que tan bonitas quedan en las fotos a espaldas de un  atleta.

Era un auténtico espectáculo disfrutarte entre esa marabunta humana. Hasta Paloma se sorprendió cuando me vio pasar por el km 19 tan fresco. Y yo pensaba en ese momento que te podía ganar. Me veía capaz de correr más rápido la segunda media que la primera pero me prometí no cambiar el ritmo hasta el km 35 y lo iba a cumplir.


km 39. Sobreviviendo


Y en este momento comenzaste a ser malo conmigo Maratón. Esperaste al km 27 para introducirte en mi cabeza. Me pareció verte salir de un pequeño Asterix que caminaba cabizbajo por allí. Y me elegiste a mi para hacerme sufrir. Para comenzar a ver las calles como líneas interminables que parecían no llevar a ningún lado. Me hiciste sentir pequeño, con la sensación de que cualquier esfuerzo que hiciera no sería bueno porque iba a caer rendido. Finalmente en el km 33 noqueaste a mi cabeza y me desplomé. En aquel avituallamiento, junto a Paloma. Allí lo supe, había perdido. No volví a ser capaz de enlazar un kilómetro entero corriendo. Que largo se hicieron esos nueve kilómetros. Estaba hundido. Con piernas pero hundido. Me costó cuatro kilómetros aceptarlo. El resto ya fue una batallita personal sin importancia para alcanzar la puerta de Brandenburgo. Lo intenté disfrutar, pero no fue como hace tres años. Parar el reloj en 4h:27 minutos me hizo daño. Más del que jamás pensé que me harías.







Te lo dije al principio Maratón. Tenía una ilusión, un sueño, un reto y me lo volviste a quitar. De nuevo fuiste duro pero no lo suficiente como para hacerme caer y retirarme. Al alcanzar la meta me recibieron como un héroe. Me abrazaron como a Kipchogue. Tuve nauseas como Kiprono. Y aunque pensé que esa era la última batalla que librábamos quizás me equivocaba. ¿Me das una nueva oportunidad?









3 comentarios:

  1. Grande Nachete.... Próxima oportunidad 2 de diciembre, con compañía hasta el final!!

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  2. En Valencia...esos 9km te lleva la vente en volandas 💪💪💪

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    1. ¿Me lo dice tu experiencia? Porque creo que tú ibas jodido por esos lares.

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