miércoles, 5 de diciembre de 2018

MARATÓN DE VALENCIA

Las medallas más bonitas que dan en las carreras no son las que te llevas en el cuello sino las que quedan en el corazón en forma de recuerdos con amigos.


Finisher maratón Valencia 2018
Y esa medalla casi me la pierdo en Valencia. Berlín estuvo a punto de robármela. Pero luego la sensatez y las ganas de disfrutar, por una vez, de un maratón rodeado entre amigos hizo que me apuntara a Valencia sobre el toque de campana. A falta de dos meses para la maratón se cerraron inscripciones. Y ese fue el tiempo que invertí en prepararlo.



Una preparación que me trajo el recuerdo de una QUIMERA VALENCIANA acaecida hace sólo dos años. Un debut en la larga distancia, una nueva ilusión, un desafío contra tu cuerpo o simplemente una UTOPÍA.

La utopía de explorar lo insospechado, conocerse a una misma, arrastrar e implicar a tu familia en tus objetivos, engatusar con tu arte a los amigos para que te acompañen en tu locura. Así es Elsa. Una mujer rodeada de cuatro chalados que sólo estábamos en Valencia porque ella nos lo pidió.

Aunque las utopías con esfuerzo y trabajo son fáciles de derribar y de eso Elsa anda sobrada. Una preparación casi perfecta organizada por un corredor experto y curtido en mil batallas como Raúl (si quieren que les preparé un maratón no duden en ponerse en contacto con él, creo que ahora anda despedido como entrenador personal). Acompasada por la sincronización familiar de su querido Pablo (el que siempre jura no volver a correr maratones excepto si su mujer se lo pide). Y narrada por un humilde servidor (al que le piden consejos sobre maratones y no sabe dar ninguno porque no los sabe correr, le llevan para que escriba la crónica y no lo hace bien y me piden que abastezca el apartamento de cervezas y luego nadie bebe.)

Y si a esto le sumamos otro futuro crack del maratón, Rubén, hermano de Raúl, tenemos el quinteto inicial que se presentó en la salida del mejor maratón de España. O al menos así lo venden, porque yo viví varios fallos que no me han ocurrido en Sevilla. Por ejemplo las colas a la recogida de dorsales, el caos para entrar en los cajones de salida gris y blanco con amagos de avalanchas, no tener comida en ningún avituallamiento (naranjas, plátanos, frutos secos) no todo el mundo se alimenta de geles (de estos si había 2 puestos). Resumiendo les veo margen de mejora en varios aspectos.

Todo el mundo recuerda la noche anterior a un maratón, se duerme poco y mal. Excepto para Elsa que ella camina por la vida con parsimonia. Duerme del tirón, incluso suena el despertador y lo apaga y se vuelve a dormir. Mientras en aquella extraña cocina de suelo de vinilo, encerrados para no despertar a la Bella durmiente, y no hablo de Ana ni Eva y Fer, estábamos Pablo y yo preguntándonos que narices hacíamos a las 6:30 a.m. de un domingo desayunando para correr una distancia que no nos gustaba. Sigo opinando querido Pablete, que aunque haya pasado el tiempo y tú lleves un BMW y yo un Toyota la vida era más divertida cuando nos íbamos a la cama a las 6 a.m. y nos recogíamos a las 10 a.m., tú con tu Saxo y yo con mi Clio, para hacer el amago de jugar al fútbol.

Pero en el maratón no hay amagos. Sólo valen realidades y esas las dan los entrenamientos. Muchos kilómetros, y algunas cervezas, han caído por el Madrid Río, Humanes, Alcalá, Casa de Campo para llegar a esta salida.

La salida de la confusión. Esa en la que Elsa vio tambalearse su utopía al no encontrar a Raúl en el lugar de quedada. En la que Pablo y yo comprobamos que Elsa no juega de farol, nosotros no somos sus cartas sino sus descartes. Era evidente que si Raúl no aparecía ella no confiaba en que nosotros pudiéramos hacer nuestro trabajo de liebre de manera eficaz. Lo sentimos y lo aceptamos, nosotros somos como esa pareja que juega a "chica" en el mus. Y Elsa siempre quiere jugar a "grande".


No nos dejas salir en la foto pues te quitamos
Los astros se aliaron en su favor en modo de móvil de Nacho ( ¡ohhh yes! el gran previsor) y por medio de la telefonía llegamos a encontrarnos con Raúl y Rubén tras una dura lucha por entrar en el cajón.

El día había llegado, las calles rebosaban ambiente, las batucadas sonaban anticipando el ritmo de la batalla, el aire destilaba ese hedor a orín y reflex que tanto estimula a un maratoniano, el cielo radiante amanecía despejado, sin nubes, sin viento, con un color celeste que hacía semanas no se veía por la zona centro peninsular. Era simplemente perfecto.

Cada pisada tras la salida me recordaba que estábamos un paso más cerca del objetivo. Un paso más cerca de flotar sobre la alfombra azul que se vislumbraba desde el primer puente de la carrera. Al inicio todo es sencillo, incluso bromear con la sensación de ir lento en unos ritmos que 4 horas después pagarías por alcanzar.

Charlamos, paramos a mear (Pablo más veces), observamos la tranquilidad del mar cristalino, y rompemos en gritos cuándo a la altura del kilómetro 6 vemos girar de una calle un grupo de africanos luchando por una recompensa económica que les resuelva el futuro. Curiosamente a nuestras espaldas el Mediterráneo sigue vomitando cuerpos sin vida de africanos que arriesgan todo con el mismo objetivo. A unos les aplauden a otros les disparan.

Llegan los primeros avituallamientos y descubrimos para mi satisfacción que el agua lo dan en botellas y no en vasos. Ya tengo a mi fiel compañera de cada carrera, la botella de agua. Una hora de carrera y parece que todo está en orden. 10 kilómetros. Pasamos revista al equipo y todos nos sentimos fuertes excepto Pablo y sus dedos de los pies. No tiene remedio así que continuamos.

Rotonda del kilómetro 12. Altavoces. Dj de nuestra época y por fin nada de ACDC sino los Hombres G. Comienza la canción "Voy a pasármelo bien" y se nos va la cabeza, allí nos tienes a un grupo de cuatro hombres y una mujer cantando toda la canción durante casi un kilómetro. Los extranjeros nos miran, el poco público de esta zona también, algún corredor se anima y canta con nosotros. ¡Momentazo maratón de Valencia!. Consecuencias me entra flato por giliflautas. Afortunadamente desaparece al poco tiempo.

Pablo y Elsa han venido acompañados por Fer y Eva que están haciendo de niñeros. Y nos esperan en el km 16. Comienza el proceso de búsqueda en una avenida llena de gente. Situados a la derecha para que los padrazos saluden a su pequeñaja. Por fin, tras esquivar al hombre que corrió con una piña en la cabeza todo el maratón, los encontramos. Besos, abrazos y muchos ánimos como se nota que esta familia es runner a tope.

Tantos ánimos les dieron que Rubén, Raúl y Elsa incrementaron el ritmo y comenzamos a rodar a 5:45. Ya dije que Pablo y yo éramos los descartes de la baraja, ¿verdad?. Pues no sé cuantas veces dijimos ambos que faltaba mucho y volviéramos a ritmos de 6:00km pero a los descartes no nos escuchan.

Así que iniciamos otra carrera. Igual, con charlas, chequeos corporales y risas, pero un poco más rápida. Alcanzamos el medio maratón en 2h:05. Estábamos en el tiempo que queríamos. La vuelta por el puerto y la recta de El Corte Inglés se me empiezan a hacer larga y me quedan muchos kilómetros. Tomo una decisión y se la digo a Pablo, en el km 25 bajo el ritmo de nuevo a 6:00 km. Volvemos a la avenida del bulevar junto al río Turia, vuelve a estar llena de gente, Raúl y Rubén ven a su familia. Yo veo la meta y pienso que aún me queda mucho.

Y aquí comienza mi utopía. Tras pasar la alfombra del kilómetro 25 mi cuerpo vuelve a la vida. No he hecho nada, no le he pedido más, no quería volar sino sólo llegar. Pero él me manda mensajes que va bien que siga. Y simplemente continúo al mismo ritmo, ese ritmo que antes mis compañeros no quisieron bajar ahora les parece rápido y cuando giro la cabeza compruebo que les he perdido. ¿Qué hacer? ¿seguir o esperar? ¿Intentar mi utopía de hacer mejor la segunda media de un maratón o quedarme con la duda? Lancé los dados con intención de ganar. Y sentí que lo iba a lograr. Iba a maltratar al dichoso maratón que tanto daño me había hecho en anteriores ocasiones. En cada paso me motivaba, y veía como cada zancada le dolía a mi monstruo. Tenía cabeza, no aceleraba sólo mantenía y comenzaba a recoger cadáveres. Esta vez el coco del maratón no me miraba iba a por los de mi alrededor. Parecía sencillo km28 (2/3 de carrera) ritmo de 5:45, mantenerlos hasta meta sabedor de que costaría pero con eso vencería mi utopía. Km 29 vibra mi móvil y leo un mensaje (una pasada lo del smartwatch en una carrera larga) ánimos de David desde el hospital recuperándose. Joder que subidón, más motivación para alcanzar el objetivo.

Un par de veces miré hacia atrás deseando que estuvieran cerca mis compañeros para atraparme pero ya era evidente que no. Deseaba que pudiéramos llegar todos juntos. De repente concentrado en el ritmo aparecen Eva y Fer pasado el km 30 entre un tumulto de gente. Sólo me da tiempo a gritarles pero el berrido que me lanzó Fernando me sirvió para continuar luchando.

Comienza a apagarse mi sueño en el km 31, compruebo que estos 6 kilómetros de sensaciones positivas se van escapando. Voy sintiendo otra puñalada. Ya me ha visto. Está claro que me conoce y le gusta hacerme sufrir desde este punto. Le estoy sintiendo llegar pero esta vez voy a intentar sobrevivir. Km 32 cruzamos un arco que dice: "rompe tu muro" con un animador como @contadordekilómetros al que agarro por el cuello le abrazo y me da otro poco de impulso en forma de palabras. Ya el ritmo no está cerca de 5:45 pero tampoco es tan desastroso. Mis caderas y mi abductor derecho dicen que es el momento de sentarse (km 34) pero yo les pido compartir el esfuerzo, correr lo más rápido que pueda y descansar 10 segundos y así hasta meta.

Mientras hablaba con mis caderas escucho mi nombre, giro la cabeza y aparece Rubén. Llega solo, en pocos segundos me pone en situación, vienen Elsa y Raúl juntos aguantando y Pablo un poco detrás. Corro a su lado y me alegro tanto de que sigan con el objetivo inicial que deseo que me atrapen para juntarme y llegar a meta. Intento convencer en esos metros a Rubén que su ritmo es bueno, lleva 35 km de maratón y puede hablar y con un ritmo bueno. Debe hacer su carrera. Yo ya no estoy en su liga así que me despido y le digo que tire a meta.

Poco tiempo después me alcanzan Raúl y Elsa. Ahora soy yo el reportero, les digo que Rubén les saca poco y que a ese ritmo le atrapan. Elsa me comienza a contar a mi sus penas. Justo a mí que soy el tío más débil tras el km 32. La veo que se pone detrás mía y que Raúl se empieza a escapar.

Me giré, la miré a los ojos y la dije: " A mí no me sigas, pégate a Raúl que es el que te va a llevar a meta, yo ya no puedo." Tras esto vimos el avituallamiento la dije que continuara sin meterse en la lucha por el agua que yo le cogía todo y se lo llevaba. Joder pues me hizo caso, continuo corriendo y me fui a por agua la di su botella y la vi irse con Raúl.

Me aparté a un lado abrí mi botella,bebí mientras caminaba, miré el reloj, contesté un mensaje de Paloma que llegaba en ese momento diciéndole que iba bien y eché cálculos de cuanto iba a tardar Elsa. Y sonreí. Lo iba a lograr, ella no lo sabía pero iba a volver a arrollar a su utopía. Iba a llegar en menos de 4h:15. En esta carrera no queríamos tiempo solo llegar a meta.

Mientras mis abductores y caderas cumplían lo pactado, Tanto es así que desde el km 37 pude correr a ritmos de 6:10 cómodamente y me dejé llevar por el ambiente final de carrera. Saludos, chocar manos, sonreír. No había conseguido ganar al maratón pero lo tuve tan cerca y lo disfruté tanto mientras pensé que lo conseguía que el resto de carrera para mi fue una fiesta.

En el km 39 choqué tan fuerte con Fernando que cinco días después me duelen los dedos. Me dijo que Elsa y Raúl seguían bien. Le pedí que si Pablo venía cerca me lo dijera por el móvil para esperarle. Y continúe por una calle vallada dando aplausos y chocando a la gente.

En el giro del km 40 y comenzando a ver la ciudad de las Artes estaba un puesto de animación con música de discoteca, que no me gusta, pero que me dió tal subidón que si no fuera porque me dolían las piernas me pongo a saltar. Y justo me llegó el mensaje de Fer diciéndome que Pablo iba fastidiado y lejos. Así que tocó gestionar la bajada como se pudo. Se hizo largo el tramo entre el km 40 y 41 y por fin la entrada a la ciudad de las ciencias.

Y piensas que ya llegas, y te vienes arriba y aceleras, y ves mil arcos y te desfondas porque sabes que aún te queda. Y me quito la gorra y me tiro un poco de agua por la cabeza para peinarme y salir guapo en la foto (que nunca compraré). Y respiro profundo para vivir la recta final. Y piso la moqueta azul. Y siento que floto. Y saludo a la grada donde no hay nadie que me espere. Y hago el avión. Y gestos a los muchos fotógrafos que hay. Y llego con una sonrisa de oreja a oreja. Y paro el crono en 4h:17:37. Y levanto la cabeza y veo a las tres personas que quería ver. Y vuelvo a correr para lanzarme a sus brazos. Y hacemos una piña abrazados en sudor. Pero falta uno. Hay que esperarle. Les comento lo que me dijo Fer, que tiene que estar a punto de entrar. Y aparece. Fatigado y con mala cara pero le juntamos en el redil. Otro abrazo, lo hemos conseguido y ahora si estamos todos. Falta la foto. El italiano delgaducho seguro que nos la tira bien. Ya no hay UTOPÍA, si te esfuerzas lo consigues. Elsa es finisher de un maratón. Muchos lo verán un logro, a otros no les importa, pero para nosotros ha sido la mejor maratón del mundo. Una maratón entre amigos a la que le falta un capítulo por vivir, el de una cena con cinco medallas en la mesa, botella de vino y cientos de anécdotas que mi cabeza no es capaz de recordar.

































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