martes, 1 de octubre de 2019

X MADRID SEGOVIA 2019


"La retirada no siempre supone una derrota".
 Y en mi tercera Madrid-Segovia lo apliqué al máximo.

Hace un par de años me inscribí con la idea de repetir la meta de 2014 junto al acueducto de Segovia, pero el cansancio acumulado durante un par de semanas antes hizo que llegara extenuado a la salida y decidiera retirarme en Matalpino (km 50). En ese año 2017 iba sufriendo desde el inicio y la retirada me supo a gloria.



Sin embargo hace unos meses y motivado por mis primos que querían repetir la experiencia de alcanzar la meta segoviana, me volví a inscribir. Ellos son gente dura y recia con varias ultramaratones en sus piernas y medallas colgadas en sus medalleros caseros.A ellos ya pocas cosas les parecen larga distancia.

Así que valorando que en este 2019 no me dolían los pies y mi forma física estaba en condiciones de afrontar el reto, me decidí apuntar al disfrute de los 100 km que separan Madrid de Segovia por el camino de Santiago.

La ilusión y la sensación de terminarlo ha estado acompañándome hasta la última semana. En la que ha aparecido la borrasca Dana y no ha dejado de llover con fuerza. Desde 10 días antes mirábamos el tiempo y la probabilidad de lluvia era del 90%.

PLAZA DE CASTILLA- TRES CANTOS
A las cinco de la mañana estaba en Plaza de Castilla junto a mis primos con una sola idea en mi cabeza, "si llovía me retiraba". 

Dan la salida y comienzas a correr en la madrugada madrileña sin entender muy bien el motivo que te lleva a hacerlo. Pero sinceramente es un disfrute estos primeros kilómetros por las calles vacías de Madrid, donde nos mezclamos corredores y jóvenes discotequeros, ambos llevábamos diferentes sonrisas en la boca.

En nuestro camino hacia el barrio de Montecarmelo no dejamos de ver luces rojas brillantes de los corredores que nos preceden.

Mis piernas nada tienen que ver con las de hace dos años, corro a ritmo cómodo y tengo que frenar porque mis primos me hacen la goma constantemente.

Por fin alcanzamos el camino de tierra que durante 10 kilómetros nos llevará bajo la noche cerrada hacia Tres Cantos. Encendemos los frontales y comienza la aventura, consiste en no meter el pie en ningún charco.

Entre charlas y anécdotas transcurren los primeros kilómetros y alcanzamos la estación del Goloso casi sin darnos cuenta. En este punto empezamos a localizar corredores que van a nuestro ritmo desde el inicio y que sabemos que van a ser nuestros compañeros hasta Segovia, mención a uno de ellos que andando es más rápido que nosotros y va camino de terminar su décima Madrid-Segovia, un crack. Desde aquí aceleramos el paso con la intención de llegar al carril bici y sellar en el avituallamiento de Tres Cantos. 1h:58 nos lleva alcanzar el objetivo, algo más lentos pero en mi caso con mejores sensaciones que hace dos años.

TRES CANTOS-COLMENAR

El segundo tramo comienza todavía con las estrellas madrileñas en el cielo, no debe quedar mucho para amanecer. Trotamos a paso ligero por el carril bici buscando la salida hacia el camino de tierra que baja al río y luego sube a Colmenar. Álvaro comenta que una compañera que vive por la zona dijo que iba a salir a verle, no debía ser consciente que pasábamos a las 7 de la mañana en plena oscuridad. 😂😂

Comenzamos la bajada y somos prudentes para no resbalar ni tropezar en el terreno húmedo. Este año y debido a las lluvias el río que pasa por esta zona lleva mucho agua y toca hacer fila unas 3 veces para poder cruzarlo por encima de unas piedras, evitando mojarnos los pies. Nosotros tres conseguimos no caernos sin embargo algunos de nuestros acompañantes no tuvo la misma suerte y resbaló dándose un buen remojón.

Tras esto toca comenzar a subir hacia Colmenar, cuesta larga y dura que en conversación con Pablo se pasa rápida. Sin embargo volvemos a dejar a Álvaro bastante atrás, algo le debe de doler pero no se queja. Tras llegar arriba le comento a Pablo que voy a ir trotando al avituallamiento para aprovechar e ir al baño mientras él espera a su hermano.

Tras 3h:20 alcanzamos el objetivo y seguimos sin mojarnos. La parada en este avituallamiento se hace larga, unos 20 minutos, ya que aprovechamos para cambiarnos toda la ropa que venía húmeda y desayunar. El estómago pedía comer tras salir de Madrid sin hacerlo.Poco hambre hay a las cuatro de la mañana.

COLMENAR-PUENTE MEDIEVAL

Salimos de Colmenar  entre una fina niebla y sin referencias de ningún corredor por delante. Menos mal que recordamos el camino de otras ediciones ya que no se ven las marcas. Y en esas calles funciona la memoria de mi primo Álvaro, él recuerda una rotonda con un helicóptero y que se gira a la derecha, yo sin embargo lo recuerdo recto. Al final tenía razón y nos tocó cambiar de acera porque ya nos íbamos a perder.

Tras el paseo por las calles de Colmenar llega el momento de disfrutar por la bajada entre rocas que lleva hacia el puente medieval. Al inicio del camino Álvaro se para a atarse los cordones y hacer un pis y ya no le volvemos a ver hasta el avituallamiento del puente. Mientras Pablo y yo vamos saltando como cabritas de un lado a otro a buen ritmo.

Paramos bajo el puente de la M-607, comemos, Álvaro se quita la camiseta de manga larga y nos preparamos para el tramo más aburrido de la MAGOVIA. La subida por una pista hasta Manzanares.



35 km. TOCA ABURRIRSE SUBIENDO.



PUENTE MEDIEVAL-MANZANARES

Este tramo es una subida de unos 6 kilómetros y una bajada de dos para llegar a Manzanares. Fue el momento en que decidí retirarme hace dos años y hoy me encuentro sin muchas molestias aparte de mis caderas.

Durante toda la carrera la arena húmeda de los caminos se ha ido metiendo en la holgura de mis zapatillas y en cada avituallamiento he tenido que quitármelas, incluidas plantillas, para sacarme la arena y las piedrecitas.

Pablo y yo cogemos un ritmo cómodo y dejamos a Álvaro detrás. Está a una distancia asumible ya que le vemos pero nos sigue preocupando que el que siempre va tirando del grupo vaya haciendo la goma antes del km 40. Justo cuando va a finalizar la subida decide correr para alcanzarnos y hacer la bajada los tres juntos.

Tenía tantas ganas de ver el embalse que fue llegar a la bajada y tirarme tumba abierta. Pensaba que debía bajar muy rápido pero luego vi que iba a ritmos de 5:50.

Por fin alcanzamos el avituallamiento de Manzanares los tres juntos y completamos la distancia de un maratón en poco más de 6 horas. Así que íbamos más lentos que hace dos años.

En Manzanares nos comimos los deliciosos sandwich de queso y nueces (y no me gustan las nueces) de viena capellanes. Me saben a gloria. Vaciamos arena de las zapas y volvemos a la carrera.

MANZANARES-MATAELPINO

Las ovejas vigilan nuestros pasos.
La bajada corriendo hacia Manzanares me ha dejado los cuádriceps tocados. Intento correr hasta la entrada al parque de Peñalara pero no me dejan. Comentándolo con Álvaro me dice que me tome un ibuprofeno pero prefiero tomarlo en Mataelpino con el plato de pasta.

Este tramo creo que es el primero que hacemos completo los tres juntos. Empezamos a comprobar las nubes que están sobre las cimas de la sierra y que tenemos claro que nos van a mojar. Continuamos  a nuestro ritmo, andamos y trotamos, para finalizar sufriendo en la última subida a Mataelpino que siempre se hace durísima. Entramos en las calles del pueblo y en la plaza nos encontramos por primera vez con Lara, Ana y Paloma que nos van a apoyar y animar en todos los puntos desde aquí a Cercedilla.

Volvemos a tomarnos el avituallamiento con tranquilidad, comemos un plato de macarrones, nos untamos vaselina, me tomo el ibuprofeno y saco la batería externa para comenzar a cargar el reloj que después de 7 horas y media comienza a quedarse sin batería. Todo ello sentado en el borde de la fuente de la plaza. Estas tres ediciones me han dejado unos recuerdos increíbles en éste punto.

La verdad es que la compañía es perfecta pero ver como jalean a los que salen de Mataelpino camino a la Barranca anima a emprender la aventura.

MATAELPINO-LA BARRANCA

Es definitivamente el tramo que más me gusta. Y seguro que en esta edición lo he disfrutado más que hace cinco años. Salimos con dudas de Mataelpino porque Pablo quiere seguir por una calle en la que ha visto una corredora. A base de un buen número de palabras le intentamos convencer entre Álvaro y yo que el camino es otro. Por fin se impone la democracia y vamos por la calle que decíamos nosotros, la otra corredora se iba a su casa que había terminado la prueba de 50k.

Subimos las primeras cuestas por las calles del pueblo buscando el camino que transcurre junto a la carretera m-607. Por fin el terreno llanea un poco y Pablo aprovecha para poner ritmo corriendo. Parece que la dosis de ibuprofeno ha mejorado nuestros dolores y comenzamos a coger un buen ritmo y adelantar corredores.
Es un riachuelo con una poza pero se ve fatal.

En este tramo disfrutamos de los mugidos de la madre vaca llamando desde un lado del camino a sus terneros que se encuentran en el otro. Y un grupo de unos 20 corredores, entre ellos nosotros, en medio de la reprimenda mugil. Afortunadamente apretamos el paso para dejar hueco a esa pedazo de vaca que venía enfadada.

Comienza la subida a la barranca y se ve el antiguo hospital y unas nubes inmensas que presagian la lluvia. Me encuentro bastante bien y amplio el ritmo para alcanzar el avituallamiento antes de que llueva. Desafortunadamente no lo logro y el último kilometro y medio me mojo.

Al llegar el ambiente de voluntarios que hay en esa zona es tremendo. Me ayudan hasta quitarme la mochila, privilegio de llegar solo. Después llega todo el grupo de 20 personas con el que íbamos entre los que se encuentran mis primos. Volvemos a comer. Y es que hay que decir que tengo la sensación que he comido más que si me hubiera quedado en casa.

En estos momentos y empezando a mojarme más de lo que me hubiera gustado empiezo a pensar que la retirada en Cercedilla es lo mejor. Me encuentro perfecto, sin dolores y con ganas de correr pero no le encuentro sentido a subir la Fuenfría lloviendo y sin saber como estará la cima. Vine a pasármelo bien y hasta aquí lo he conseguido y es mucho más de lo que esperaba.

LA BARRANCA-CERCEDILLA

Por fin salimos de la Barranca. Creo que la idea de retirarme hace que me suba la adrenalina y comienzo a correr sabiendo que mi meta está a 7 kilómetros y son casi todos hacia abajo.

El ritmo que he puesto es demasiado rápido y mis primos se quedan muy atrás. De repente veo la única subida que hay en este tramo, tenía recuerdo de la cuesta pero desde luego no la recordaba ni tan larga ni con tanta pendiente.

Tras sufrir llego arriba y toca lanzarse ladera abajo, eso sí con cuidado que la lluvia no cesa.

medalla prestada
Afronto el tramo de carretera que lleva al último descenso para entrar en Cercedilla. A poco más de un kilómetro enlazamos con el camino del Calvario que sube al puerto de Navacerrada y por el que estuvimos entrenando hace dos semanas mis primos y yo. En aquel momento no me podía imaginar que llegaría corriendo a este ritmo al km 65. Justo cuando piso el asfalto de las calles de Cercedilla comienza el diluvio y tomo la decisión definitiva. Estoy bien sin apenas dolores y me encuentro fuerte para terminar pero no quiero sufrir mojándome durante casi siete horas más.

Así que entro en el polideportivo de Cercedilla completamente empapado y decido que mi tercera Madrid Segovia termina en ese punto. A los pocos minutos llega Pablo que también entra con dudas sobre si continuar o retirarse. Y sobre diez minutos después llega Álvaro que viene con mejor cara que hace unas horas y dice que él va a seguir. ¡Madre mía que cabezón!. Pablo decide continuar con él para no dejarle solo.

El rato de este avituallamiento transcurre en compañía de las chicas, con la tranquilidad de saber que no quiero seguir en una aventura ilógica pero con el contrapunto de no querer abandonar a mis primos y dejarlos solos por la calzada romana. Les veo cambiarse de ropa, chubasqueros, calcetines, etc. Sensaciones contrapuestas, se mezcla la idea de su locura con mi sensatez de no querer continuar. Pasamos en el polideportivo de Cercedilla cerca de media hora.

Ha parado de llover y es el momento. Los dos valientes afrontan el tramo final. Yo me retiro, sin remordimientos ni sensación de derrota, es simplemente una carrera.
Desde aquí no hay vuelta atrás, si sales hacia la Fuenfría significa que estás para terminar porque no hay posibilidad de retirarte.

CERCEDILLA-SEGOVIA

Mi papel cambia en la carrera y paso de ser corredor a apoyo logístico. Paloma, Lara, Ana y yo caminamos con las mochilas hacia el coche observando la montaña y esperando que fuese benévola con ellos. Nos montamos y nos vamos hacia Segovia por el puerto de Navacerrada. Llevábamos un kilómetro cuando la niebla no dejaba ver ni un metro por delante. Pensar que Álvaro y Pablo iban a tener que subir durante tres horas por esa densa niebla me hizo darme cuenta que la retirada había sido la mejor opción.


El resto de la tarde fuimos a la casa que habíamos alquilado, esperamos a mis tíos y no dejamos de mirar el móvil de Lara para saber en que ubicación estaban. Indudablemente en medio de la montaña la precisión era horrible.



17h:44min y segunda Magovia a la mochila

La tarde fue pasando y sobre las 20:30 nos bajamos hacia el acueducto a esperar su llegada. Según mis cálculos debían tardar 17h:30 y les faltarían alrededor de dos horas.




Cogimos sitio en una terraza por la que llegaban los corredores. Verlos llegar enteros y con la ropa bastante seca nos tranquilizó.

Por fin el móvil dio un dato fiable, ya estaban en Segovia y el tiempo cuadraba. Mi tío Pepe, Lara y yo nos fuimos corriendo calle abajo a buscarles. Y a los pocos minutos les encontramos. Venían juntos y los dos corriendo.

Pues si ellos eran capaces de correr nosotros también a su lado. Los últimos 300 metros. Gritamos todo lo que pudimos para que Segovia entera supiera que estos dos locos habían llegado hasta el acueducto y que después de 17H y 44 MIN habían alcanzado otra meta.

Al fin con la medalla puesta se veía la recompensa al esfuerzo de esas últimas 7 horas. Y en mi mente había mucha envidia porque sabía que perfectamente podía haber estado colgado en mi cuello. Pero la vida son decisiones y ellos fueron valientes para terminarla y tuvieron su recompensa.







TRES EMPEZAMOS Y DOS TERMINARON.

TODO EL EQUIPO SATISFECHO.


La novedad de coger una casa fue un acierto, ya que cuando llegaron pudimos meterlos en el coche y llevarles para que se ducharan y acostaran tranquilos. Aunque Álvaro parecía que había recuperado las fuerzas y no paraba de hablar contándonos toda la carrera. Al final la subida a la Fuenfría les dejó tres horas de lluvia y muchos tramos de niebla y viento.


Al día siguiente, y como si no hubiéramos andado bastante lo dedicamos a dar un pequeño paseo por Segovia y degustar unos judiones y su cochinillo. Y por supuesto sobre la mesa del restaurante descansaron las medallas logradas.































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