jueves, 26 de diciembre de 2019

CARRERA DE NAVIDAD DE CERCEDILLA




Hacía cinco años que no corría la carrera de navidad de Cercedilla. Y reconozco que este año seguramente no la hubiese corrido sino llega a insistir Elsa en su locura de correr pruebas de montaña sin salir del asfalto de Madrid.

En esta ocasión la mañana apareció sombría y lluviosa en Cercedilla y el simple acto de recoger el dorsal ya supuso llegar calado hasta el coche. Llevamos un temporal tras otro pero el de este fin de semana ha llegado con un vendaval que no ha permitido a la organización poner las carpas y algún fallo en la adjudicación de dorsales hizo que las colas se alargaran más de lo deseado, pero hay que reconocer que supieron rectificar a tiempo y a las 10:30 estábamos todos preparados para trotar por los montes de la sierra de Guadarrama.



Pedro, Raúl, Elsa y un servidor estábamos dispuestos a disfrutar de las montañas y caminos de la sierra madrileña, con el objetivo principal de no caernos.


El inicio, por las calles de Cercedilla, siempre es tranquilo, con un poco de conversación con Pedro y controlando la distancia con Elsa y Raúl que serán mis compañeros en esta aventura. Pedro va en otro nivel aquí, él no ve cuestas difíciles dónde yo sí las veo. Tras pasar junto a la estación de tren decido abandonarle para que haga su carrera y pararme a esperar a Elsa y Raúl.

Aún, sin abandonar el asfalto del pueblo, comenzamos a subir por una calle que parece no tener fin con tanta curva y requiebro. Sinceramente no recordaba tan larga esta subida. No queda más remedio que andar algún tramo para desesperación de Raúl que debía venir con intención de correr.

Termina el asfalto y comienza el camino de los campamentos, pero la inclinación no varía mucho y tenemos que ir alternando la carrera y la caminata. Raúl sigue protestando pero en su respiración entrecortada se aprecia que no sería capaz de correr mucho más lejos de donde estamos ahora.

Finalizando la ascensión de estos cuatro primeros kilómetros comenzamos a vislumbrar el ganado de la zona. A Elsa le hace ilusión tirarse fotos con todas las vacas y terneros y nos lleva a Raúl y a mi de fotógrafos. Por lo menos esta actividad sirve de entretenimiento y Elsa comienza a disfrutar de la prueba. Además las fotos nos sirven para dar vida al blog.


Va charlando con compañeros que tenemos alrededor y ahora ya comienza a correr en cuanto las subidas abandonan su pendiente positiva. En ese momento aparecen los ríos que tendremos que cruzar mojándonos los pies porque no hay manera de superarlos y terminar secos.


Elsa pide ayuda, Raúl y un servidor le enseñamos a cruzar corriendo por el agua como si fuéramos patos. Pero debe ser que quería que le diéramos la mano como a los chiquillos porque se quedó frustrada en la otra orilla del río. Tras pensarlo tomó la decisión y metió sus cálidos pies en el agua gélida de Cercedilla. Después de superar el primero el resto de arroyos y riachuelos que encontramos fueron mucho más rápidos de cruzar.

La subida estaba finalizando y llegaba la parte más divertida de todas las carreras de montaña, volver a bajar hasta la salida. Llevábamos ocho kilómetros subiendo. Así qué comenzamos la primera bajada rápida, entre raíces, piedras y hierba mojada. Era un vergel para las caídas por resbalón. En esa rifa jugábamos muchas papeletas y Raúl tuvo la suerte de llevarse el premio.

Tírame la foto que 300 metros más abajo me caigo.

Un momento de distracción buscando a Elsa y cuando se quiso dar cuenta andaba rodando ladera abajo, probando en sus glúteos y lumbares el frescor del musgo madrileño. Afortunadamente no fue nada y volvió a la carrera. Tomamos un trago de agua en el avituallamiento y enfilamos la pendiente de vuelta a Cercedilla.

En esta zona sabía que me iba a separar de mis compañeros porque necesito dejarme caer y correr para no sufrir con mis cuádriceps. Ellos mucho más cautos iban a un ritmo menor. Comencé a adelantar gente y fui disfrutando de las últimas zonas boscosas que había antes de salir a un claro y ver en el valle el pueblo y sus chimeneas echando humo dando una estampa totalmente navideña.


El último kilómetro por las calles de Cercedilla sientan fenomenal para olvidar todos los tramos andados en la subida y terminar con la sensación de tener mucha fuerza para correr los 13 km en 1:35:50. Mucho más rápido de lo que pensábamos que íbamos a tardar.

Desde luego el que menos tardó fue Pedro (1h:17) que cuando llegamos ya estaba cambiado y preparado para tomar las cervezas. Una buena experiencia después de tanto tiempo sin correr por montaña.



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