jueves, 2 de enero de 2020

SAN SILVESTRE VICÁLVARO 2019

Tradicional carrera de fin de año por las calles de Vicálvaro. Cada vez somos más los que nos juntamos en esta carrera y a este ritmo no vamos a caber en el bar para la última hidratación del año.


Como novedades íbamos a tener el debut y cierre en su etapa runner de 2019 de mi prima Cristina, los botellines se los gané en esos 9km. La carrera vertiginosa de Jorge durante los dos últimos kilómetros llevándonos exhaustos a los adultos y la gran caída con carro junto a la valla del cementerio, presagio de un fatal desenlace que quedó en anécdota, de Pablo y su hija.



Pues para ser la séptima vez que corremos por estas calles y haber escrito la crónica varias veces no parece mal guión.

2019 ha sido un año de pocas carreras, un total de once, y tres de ellas en estas Navidades disfrutando de la compañía. Pero a pesar de tener pocos objetivos y ninguna ambición me he acercado a mis mejores tiempos en 10 km y media maratón, alcanzados gracias al estado de forma que arrastraba de la maratón de Valencia 2018. Veremos que descubrimos en 2020 para seguir corriendo, de momento con no engordar me conformo.

¿Y en Vicálvaro qué? Pues nada especial. Reunión de familia y amigos. Saliendo desde cola del pelotón con el carro de Pablo, lo que impidió acelerar los primeros kilómetros al ser calles estrechas. Subida por la calle Villablanca que a pesar de ir tranquilos se sufre y hace larga por igual.

Vistazo por el bulevar a la ida de Jaime y Carlos sufriendo para correr en menos de 40 minutos. Grito a la vuelta a Cristina animándola para que llegara.  Trompazo de Raúl a la acera con el carro por ir mirando hacia atrás, menos mal que la madre viene retrasada hablando con Rubén y no lo ha visto.Y luego la típica bajada por San Cipriano donde mi tío Alfonso comienza a acelerar como un loco. Recogemos a Jorge que sale en la bajada a toda velocidad y no hay quien lo pare, 4:56 hace el kilómetro la criatura. Y esfuerzo para seguirle el ritmo en el último kilómetro de subida pensando que va a reventar a 5:16. Al final llegamos todos sanos y salvos a meta, lo cual para Ana fue un milagro viendo como su carro daba vueltas de campana en el tramo final de la cuesta del cementerio. La niña viva y sin rasguños, el cochecito arañazos de chapa y pintura. El padre desangrado por la rodilla, creo que entró en 2020 con la pierna en alto y hielo.

El post carrera como siempre lo mejor. En mi caso este año un poco más comedido que la edad no perdona y luego la cerveza no me deja cenar los langostinos. El año que viene me da a mi que repetiremos, ya sólo quedan 365 (es bisiesto) para volver a Vicálvaro.



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