lunes, 26 de febrero de 2018

MEDIA MARATÓN LA LATINA

Esa es la cara que se te queda cuando terminas una media en una compañía inmejorable.
El Castellano esa lengua llena de palabras con historia las cuales con su sola mención nos sirven para describir un estupendo domingo por la mañana con amigos.

Tartana, tabardillo, aldaba, mollera, camaradería.

Palabras simples, casi extraditadas del lenguaje coloquial del día a día, pero con un significado tan profundo que nos hacen transportarnos a una mañana de domingo.



Un domingo en el que seis aparentes TARTANAS se juntan en la zona de Aluche para intentar completar 21 kilómetros corriendo. Tartanas como ese coche viejo y en mal estado que sirve para poco. Ese carro que sabes que si lo sacas a andar te puede fallar y lo mismo no llegas a meta.

Y nos considerábamos tartanas porque no era nuestro mejor momento de forma o arrastrábamos alguna molestia en la pierna,como Raúl, o incluso el niño había dado mala noche, como el de Guille. Pero toda tartana tiene su historia y experiencia y por eso no debemos subestimarla.

A las 9:30 nos colocamos en el lugar que nos correspondía, a cola de la carrera. Salimos buscando un ritmo cómodo que nos permitiera terminar la media de La Latina sin que nos diera un TABARDILLO. Y pocas palabras mejores que esta hay en el castellano para definir un sofocón que haga que pierdas las pulsaciones y acabes mareado y medio ido.

Las calles que rodean el polideportivo de Fanjul nos sirven para ir acomodando ritmos. Elsa encuentra conversación con Raúl mientras que Pablo, Guille y un servidor vamos poniendo al día nuestras vidas. A Marina la perdemos en estos primeros metros, es su primera media maratón y quiere llevar su propio ritmo. Sabia decisión para evitar su primer tabardillo.

Pasados los tres primeros kilómetros volvemos a pasar junto a la salida transitando bajo la estación de metro de Aluche. La larga bajada por la calle Sepúlveda nos lleva a encontrarnos frente a la puerta de la antigua morada de Guille, pero para su tristeza comprobamos que nadie de su familia ha salido a saludarle. Debe ser que la sensación de confort que reporta el calor del nórdico es superior a la sensación de frío que hace en la calle.


Pasado el primer avituallamiento abordamos el primer tramo de toboganes. Empieza el cachondeo en esta media y empezamos a jugar con la MOLLERA. Todos jugamos a engañar a Elsa haciéndole pensar que no habrá cuesta peor que la que está subiendo. Al que más le gusta este juego es a Guille que no hace más que repetir que está carrera sólo tiene dos cuestas duras. No sé pero mi mollera me dice que tiene bastantes más. Elsa decide jugar a no creernos a ninguno. Mientras Pablo quiere jugar a imaginarse que es un BMW que sube la cuesta de entrada a Batán con la tracción a las cuatro ruedas.

Con la llegada a la puerta del parque de atracciones finalizamos la primera mitad de esta carrera. Las cinco tartanas que salieron hace 57 minutos de Fanjul han llegado sin que les de un tabardillo hasta el kilómetro 10 y con la mollera entera para enfilar la parte final del recorrido.

El lago vacío de la casa de campo nos muestra sus entrañas escondidas durante décadas aunque con mejor aspecto del que podíamos esperar. Examinamos con detenimiento cada centímetro del lecho pantanoso durante la vuelta que tenemos que dar a su perímetro.Y hacemos un recopilatorio de lo que han encontrado dentro, desde armas, bancos y bicis hasta un sistema de cuerdas y poleas para esconder drogas. Volvemos a nuestro mundo de corredores y olvidamos la parte delictiva y de trapicheo de Madrid. Toca luchar con la dureza de nuestra mollera para hacerla creer que la subida a las pistas de tenis no es tan dura, incluso ni siquiera es subida como diría Guille.

He tomado unos pocos metros de ventaja al grupo, subimos todos fácilmente, pero cuando llego al final de la cuesta decido no cometer el mismo error de hace dos años, así que no paro y continúo tranquilo esperando a que mis compañeros de viaje me alcancen. Tienen esa extraña costumbre de quedarse a veinte metros, distancia necesaria para no ir a mi lado pero suficiente para escuchar todas sus jactas sobre mí.

Tras pasar el último avituallamiento del kilómetro 15 compruebo el estado de mi cuerpo, da buenas señales, quizás esta tartana si me lleve hoy a la meta. La subida hacia RTVE este año me parece muy corta y cuando giro compruebo que todos seguimos juntos. Es el momento, sé que esta vez sí que llego a meta sin sufrir.

La parte final de esta medía se acerca, la temida cuesta Ainsa. Ahora es cuando sientes golpear la ALDABA en tu mollera. Una aldaba grande y pesada en color bronce, golpeando constantemente, dejando un mensaje en morse en tu cerebro pero que tú descifras sin ningún problema. Es el tío del mazo que nos golpea a todos para pedirnos que nos paremos ahí para hacerle compañía. Pero nosotros somos fuertes y buscamos la CAMARADERÍA de nuestros compañeros. Guille y Pablo se unen para llegar arriba con buena cara para pocos segundos más tarde y frescos como si no hubieran corrido 17 kilómetros aparecer Elsa y Raúl.

Poco más de tres kilómetros en subida para volver a alcanzar la meta del polideportivo de Fanjul, y que bonito sería hacerlo en menos de 2 horas. Una cifra que Elsa en su quinta media sólo había conseguido una vez, pero fue en Getafe y eso es llano. Hacerlo aquí tiene más mérito.
Nadie regala nada en el km19,5. Excepto a Elsa que puede con todo. foto:Javier Heras

En la bajada que lleva hacia la calle Sepúlveda perdemos a Guille, ha colaborado en la causa de hacernos más fuertes mentalmente y alarga sus zancadas para incrementar su ritmo en busca de un tiempo infinitamente inferior al logrado hace un año por las calles del barrio que le vio crecer.

Finalmente hemos quedado cuatro TARTANAS, a las que no les ha dado un TABARDILLO en 17 kilómetros y que han sido duros de MOLLERA haciendo oídos sordos a los golpes de la ALDABA en su cabeza.
Simplemente quedaban tres kilómetros de CAMARADERÍA por la calle Sepúlveda para llevar a la chica más protegida de esta media a la gesta de bajar de las dos horas. Entre ánimos mutuos y gritos de la gente que ve pasar la carrera avanzamos con decisión hacia nuestro objetivo. Conseguimos alcanzar antes del último kilómetro a la liebre de dos horas y a pesar de las quejas de Elsa la vemos adelantarla y comenzar a rebajar minutos. Minutos de un tiempo inimaginable en la salida.

Raúl, fiel escudero desde el principio, continúa escoltando y jaleando a Elsa en sus últimos metros hacia la meta. Mi labor es la de acompañar a Pablo que a falta de 700 metros empieza a sentir el temido tabardillo y comienza a escuchar la aldaba en su mollera. Quiere dejarse ir, relajarse y llegar al arco final relajado, pero me niego a que termine la carrera en poco más de dos horas. La vuelta a la manzana previa a la entrada a meta se va haciendo larga. Admiro el pundonor de Pablo, no habla pero no deja de esforzarse aunque no le apetezca una mierda. Yo siempre me rindo en las mismas situaciones.


La camaradería y las ganas por fin tienen una bonita recompensa. Alcanzar el objetivo propuesto tres kilómetros atrás de bajar de dos horas. Entramos en la pista del estadio, a pocos metros de Elsa y Raúl que se marcan una carrera para enmarcar, terminando en 1:59:19. A nosotros nos costó tan solo 10 segundos más poder completar el recorrido.

Otro año hemos vuelto a disfrutar de esta preciosa y exigente media y a pesar de no estar en nuestros mejores momentos hemos visto como en equipo todo se consigue con mayor alegría. Para muestra la foto que abre esta entrada, todos en meta, con una sonrisa y cara de satisfacción mayor que a la salida.

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