viernes, 4 de mayo de 2018

ROCK AND ROLL MEDIO MARATON MADRID



SOMOS UN CUADRO 

El Rock and Roll medio maratón de Madrid se presentó ante mí como un lienzo en blanco. 41 ediciones y nunca le había corrido, sin embargo los demás protagonistas de este cuadro lo habían protagonizado en anteriores ediciones, algunos en su distancia larga y otros en la media distancia.


Todo gran pintor debe prepararse antes de comenzar su trabajo. Es fundamental estar relajado y cómodo. Y esto lo tenía claro Elsa. No quería estropear ni un segundo de su obra de arte en carrera. Por ello invirtió unos valiosos minutos en visitar los urinarios. Minutos que a los demás se nos hicieron eternos y que hicieron prometer a David que jamás volvería a llegar pronto a una carrera. Lástima para una vez que había sido puntual.
Cinco minutos para salir y aquí estamos de postureo.
Velázquez fue nuestra musa para realizar los trazos de toda la carrera. El boceto que Elsa había diseñado nos planteaba un cuadro de ritmo constante. Ella misma nos hizo prometer que iríamos unidos para cruzar juntos el arco de meta. Aunque en toda escuela de arte siempre hay un artista díscolo, quizás con exceso de euforia por la absenta. Ese era David quien quería probar el estado de sus piernas y atacar el tiempo de 1:50. Así que aceptamos su locura y en la entrada a nuestro cajón nos despedimos.

Las primeras líneas del cuadro comenzaron a surgir a lápiz. Trazo fino y alegre aunque siendo cautos para no equivocarnos. En esos primeros momentos la euforia y la gente hacían difícil correr a pesar de la anchura de la Castellana. Aunque tal y como planteó nuestra artista pasamos el arco todos juntos, "aunque fuera el de salida de 10k situado un kilómetro delante del nuestro".


Había tres creadores que trazaban cada rasgo con más rapidez y sencillez que los demás. De esta forma Guille, Elsa y Raúl se escaparon a la altura del Santiago Bernabéu. En aquel momento no parecía que fueran a llegar muy lejos. El ritmo que llevábamos Pablo, Fernando y yo era bueno y nos permitiría atraparlos tras el giro de plaza de Castilla.


Y llegado el momento del giro en plaza de Castilla pudimos comprobar que el cuadro sería un díptico de dos partes. Ya no se veía en la lejanía la cabeza de pelo rizado de Guille sobresaliendo sobre todas las demás. La primera parte del díptico iba a correr de su parte.


Pablo, Fernando y un servidor comenzamos a dibujar nuestra parte del cuadro. Un cuadro que comenzaba a coger ritmos demasiado altos en la bajada de Bravo Murillo. Y en dónde yo personalmente sé que me pueden pasar factura en kilómetros venideros. Soy conservador, intento que todo vaya a un ritmo parecido. Confío en que mis compañeros bajen su ritmo porque sino no me va a quedar ni espacio ni aliento para firmar el lienzo.

subir la Castellana es sencillo si es al principio

Y alcanzamos uno de los mejores momentos de la obra. Llegar a Cuatro Caminos. Terminamos la bajada de Bravo Murillo. Gente agolpada en el puente que cruza sobre la Castellana. Llevamos cerca de la mitad del mural y no está quedando como pensaba pero tampoco va mal. Aprovechamos para sumarnos al caos de otro nuevo avituallamiento y afrontar la subida hacia Francisco Silvela. 


Es el momento en que perdemos a uno de nuestros compañeros. Fernando afloja el ritmo y pronto es engullido por la marea humana que viene detrás nuestra. Llega el momento duro de todo pintor. El de realizar bien los últimos trazos, mezclar bien los colores y ponerlos en el lugar adecuado. Por eso Pablo tras subir de un túnel decide apretarse bien los cordones para rematar sin excusa su trabajo. Tarda poco en volver a alcanzarme. Con la vista puesta en el famoso pirulí de Rtve giramos a la derecha para entrar en           O´Donnell 


Comienzo a tener fallos incomprensibles en mi obra. Se me está haciendo duro un tramo que no lo es tanto. El sol en la cara y el gentío me abruman. Necesito ver los colores verdes del retiro para saber que el final está cerca. Sin embargo Pablo va suelto, se le nota en sus trazos y su cara de felicidad. Está más pendiente de conseguir alcanzar a los demás pintores que del recorrido. Tanto es así que al llegar al parque pregunta si ya bajamos hacia Atocha y cuando le digo que nos quedan Velázquez y Serrano ni siquiera se inmuta, continúa disfrutando con su trabajo a pesar de durar veinte minutos más de lo que esperaba.


Llevamos 18km. Colón me guía.
Y en la casa del maestro sentí el golpe en mi paleta. Velázquez me puso en mi lugar ante semejante destrozo en el díptico. Utilizó su trazo ancho y en subida para hacerme saber que no iba a llegar sin sufrir. Colocó otro caótico avituallamiento lleno de empujones, botellas sin tapón, escasa fruta. Y en ese caos decidí dejarme llevar. Con disimulo cambié mi ubicación al lado contrario de la calle para que Pablo no me viera y se olvidara de mí. Afortunadamente la estrategia salió bien y pronto desistió su búsqueda y continúo dibujando el final de su lámina.

Una vez en soledad paré a ordenar mis pensamientos y admirar lo que estaba haciendo. Tras un rápido análisis mientras comía un plátano comprobé que estaba a tiempo de rectificar y acabar bien la pintura. Volví a asir las herramientas y con delicadeza y sufrimiento fui avanzando hacia Colón, calle Serrano y la puerta de Alcalá. Veía el final y me encontraba animado pero de nuevo Alfonso XII hizo mella en mis fuerzas. Aguanté y sufrí en la bajada hacia Atocha para firmar con decencia un cuadro que pensaba que sería más sencillo y que en sus últimos trazos me costo más de lo esperado.


sufriendo para terminar
Al fin alcancé a mis compañeros los cuales se encontraban en la puerta del museo del Prado esperando a juntarnos todos de nuevo para guardar en la pinacoteca este pretencioso cuadro que acabó convirtiéndose en un políptico de cuatro partes. La primera firmada por tres genios del temple y los ritmos, clavando un tiempo de 1:57 espectacular y sirviendo de mejor marca a Elsa. Un segundo cuadro hecho con mimo y reserva y terminado en 1:58. La tercera parte corrió de mi parte finalizando extenuado en 1:59 y Fernando quien cumplió con su parte de la obra a base de coraje y sacrificio para terminar en 2:07.


Quizás  hemos conocido lo difícil que es pintar Madrid, pero también que los matices de sus colores, el ambiente y la dificultad de sus trazos hacen que intentar superar el reto de volverlo a pintar cada mes de abril sea una obsesión. En 2019 te volvemos a pintar con otras paletas, otros pinceles y nuevos colores.




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